lunes, 28 de septiembre de 2009

Zapatero y la indignación pushkiniana

El presidente Zapatero es un tipo afortunado, como se ha demostrado en muchas ocasiones, pero en este caso su suerte reside en que yo, como otros miles de ciudadanos, sea simplemente eso, un ciudadano anónimo, en lugar de, por ejemplo, un Pushkin, y no necesariamente por su renombre sino que el Presidente es especialmente afortunado porque no tengo ni el talento ni el sentido del honor del genial escritor ruso, porque el uno me permitiría dedicarle hirientes epigramas que dejasen al descubierto su verdadera talla como estadista, y el otro me obligaría a tomar medidas drásticas como batirme en duelo con él, aunque dada mi falta de predisposición natural por la violencia y mi más que probable escasa habilidad con las armas de fuego, el duelo acabaría cuando al coger la pistola me disparara en un pie. El motivo que me llevaría a arrojarle en guante no sería otro que el descomunal ridículo que me ha hecho hacer, como a tantos otros, cuando creí sus palabras sobre la reforma fiscal y discutí con otras personas e incluso, cargado de razón, les dije que no fueran demagogos, que el Presidente no había hablado de subirle los impuestos a las clases medias, sino a las rentas altas, y ahora veo que la cacareada subida de impuestos no es sino la más grosera de las posibles reformas antisociales, un incremento del IVA que si en algo afecta menos a las clases medias y bajas es que como tienen menos dinero, compran menos cosas y por tanto pagan menos. La culpa es mía por creerle, lo sé, soy de esos que no aprenden y tienen desgastada ya la piedra del camino de tanto tropezar en ella, pero me queda un consuelo, y es que, al igual que al resto de los ciudadanos, al presidente esto no le va a salir gratis porque no se trata de una subida de impuestos que pague uno al hacer la declaración y tenga después un año para olvidarla, sino que la tendremos todos bien presente al pagar cada día el pan, los libros, la ropa, la música o, qué se yo, las sartenes. Y eso que yo era, y soy, partidario de subir los impuestos (lo verdaderamente importante de la política fiscal es en qué gasten después el dinero recaudado) porque entiendo que son necesarias políticas sociales que deben ser financiadas, incluso habría comprendido que me congelasen el sueldo, lo que no puedo tolerar es que me mientan y me tomen por tonto. De modo que no tengo otro guante con el que exigirle un desagravio al Gobierno que este blog, lo cual no es mucho comparado con la inmensidad del universo pero desahogar, desahoga, así que como tal lo utilizo y expreso públicamente mi infinito desencanto con la forma de gobernar de unas personas que se consideran con el derecho de faltarnos el respeto como una prebenda más de las muchas que gozan en virtud de su cargo y lo único que siento es no haberles votado previamente para poder declarar airadamente que les retiraba mi voto para siempre, aunque, parafraseando lo que se les dice a lo padres de la novia en el trance de la boda de ésta, sí que puedo asegurarle al señor presidente que no pierde mi voto, gana mi desprecio (intelectual y político, por supuesto, nada más y nada menos).

1 comentario:

Andrés Barrero dijo...

Interesante artículo sobre la subida de impuestos a las rentas altas:
http://blogs.publico.es/multiplicateporcero/117/%C2%A1que-tiemblen-los-ricos/