jueves, 10 de septiembre de 2009

Los debates forofos

Las reacciones que suscita en Estados Unidos la propuesta de reforma sanitaria del presidente Obama amenazan con convertir a nuestra propia clase política en un prodigio de moderación y sosiego por comparación. Resulta llamativo que a estas alturas del partido un dirigente democrático se proponga lograr algo tan aparentemente fundamental como cobertura sanitaria universal y haya un numero no escaso de senadores y congresistas (y ciudadanos) que no sólo no se sientan avergonzados por no haberlo logrado antes, sino que reaccionen airadamente y califiquen a quien lo propone bien de Hitler, bien de Stalin, según sople el viento. Tal vez el origen de esta situación esté en algo que nosotros también padecemos como son los debates fundamentados en comentarios, interpretaciones y rumores (esto es, generalmente mentiras) y no en hechos. El debate político en la sociedad no se hace sobre argumentos, hechos contrastables e iniciativas concretas, sino que cada cual expone un discurso diferente y contradictorio con los otros que los ciudadanos de a pie difícilmente pueden contrastar de forma que a estos no se les convence, sino que se les convierte, porque no hay ideas, sino actos de fe. Como la verdad permanece oculta se nos obliga a aceptar como cierta aquella mentira dicha por el actor en quien más confiemos por una u otra razón, generalmente sectaria o partidista. Sólo entendiendo así la política, como una religión o un deporte, se comprende el forofismo actual del debate político, pero lamentablemente, aún entendiéndola así, hay que concluir que no está protagonizada ni por dioses, desde luego, ni tan siquiera por buenos atletas.

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