miércoles, 16 de marzo de 2011

Una de cal y dos de arena

La cal
Es una magnífica noticia que desde estrasburgo se señale que el rey no debe tener una protección especial frente a las injurias, no más que cualquier otro ciudadano, o al menos señale que de ninguna manera el monarca se encuentra protegido frente al libre ejercicio de la libertad expresión dentro de la normal actividad política de una sociedad democrática.

La arena
No obstante parece difícilmente justificable dentro del derecho a la libertad de expresión la calificación de torturador a quien no lo es, es decir, si bien considero que el delito de injurias a la corona es una aberración democrática, el de injurias a secas es una exigencia cuya protección es exigible a los poderes públicos. En definitiva, no creo que la libertad de expresión ampare algo que debiera ser considerado injurioso por sí mismo, independientemente de si se dirigida al rey o a cualquier ciudadano.
Satisface por otra parte que la justicia emita sus valoraciones en base a la argumentación jurídica que considere oportuna, no a la identidad del demandante, y debemos alegrarnos de que sea así, ello no obsta para que resulte doloroso que el señor Otegui, precisamente el señor Otegui, obtenga el amparo de una justicia que por lo demás no reconoce por acusar a alguien de algo que por lo demás defiende y justifica cuando quien lo practica, y lo practica sobre ciudadanos particulares y sobre la sociedad en su conjunto, son los terroristas que tan íntimamente se identifican con las formaciones políticas que ha dirigido.

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