lunes, 14 de marzo de 2011

Japón

Visto con ojos mediterráneos, el japonés es un pueblo misterioso, inquietante, un pueblo que destaca por su compromiso con la modernidad y la tecnología y por otro lado por su defensa de la tradición (lo que demuestra, por cierto, que no son en realidad una cosa y su contraria sino facetas perfectamente compatibles de la vida), una sociedad poliédrica caracterizada por su capacidad de sufrimiento a la que en estos días hemos visto dando un ejemplo encomiable de civismo aun en una situación si no desesperada sí muy preocupante. Tras el terremoto, las múltiples réplicas y el tsunami, viven ahora una crisis nuclear difícilmente imaginable no por su gravedad, sino por su lento discurrir, esa agonía a cámara lenta que debe ser la encarnación misma de la angustia. Desde occidente, sin embargo, desde la comodidad de nuestros sillones donde no llega la catástrofe natural y donde la crisis económica ya nos parece un precipicio insuperable, tenemos el atrevimiento de rasgarnos las vestiduras, de asustarnos por las "enseñanzas" de la crisis nuclear japonesa y anunciar todo tipo de medidas urgentes de control de las centrales nucleares, test de estrés (cuando algo se pone de moda, se pone) y revisiones varias. Quienes sufren el problema lo afrontan con la lógica preocupación pero con aparente calma y los que no lo padecemos vemos desatarse una escalada de histeria con tintes populistas ciertamente preocupante. La energía nuclear es un tema serio, un país debe decidir el modelo energético que quiere adoptar con la cabeza fría y valorando los pros y los contras de cada opción. Yo no soy especialmente favorable a la energía nuclear, aunque tampoco soy un antinuclear radical (o mejor dicho, no tengo conocimientos suficientes para ser ni lo uno ni lo otro), entiendo que las energías renovables son preferibles pero como de momento son más caras y su impacto sobre el medio ambiente es diferente pero no pequeño y, finalmente, tomando en consideración la actual coyuntura económica, tal vez no sea el momento de cerrar centrales, aunque eso es algo cuya viabilidad se debe estudiar seriamente y adoptar un modelo, el más conveniente, y un plan de futuro que esté lo suficientemente consensuado, bien planteado y sea lo suficientemente eficiente y sostenible como para que no esté sometido a los vaivenes políticos circunstanciales de cada momento. Lo que no es de recibo es deducir del actual problema nuclear japones conclusiones restrictivas, legislar de la mano de la alarma social, porque si algo debemos sacar en claro de la situación nipona no se refiere al peligro de la energía nuclear, porque sí, es cierto que ha habido dos explosiones en una central y en otras están en estado de alarma, pero no es menos cierto que las explosiones no han sido nucleares, que los reactores no parecen correr peligro, que las fugas de material radiactivo son pequeñas y, sobre todo, que esta situación sobreviene tras uno de los peores terremotos de la historia y tras un tsunami aterrador, lo cual vendría a demostrar unos estándares de seguridad extremadamente altos, no lo contrario (imagínense un terremoto y un tsunami de la mitad de la intensidad de estos en, por ejemplo, el polo químico de Huelva). Lo demás, aunque persiga un objetivo probablemente justo e inevitable a largo plazo, en las actuales circunstancias no es más que ruído y demagogia. De tener que tomar ejemplo de algo debiera ser del ejemplo de civismo de la población y de tener que preguntarnos algo y tomar alguna medida debería ser sencillamente cómo ayudar, y hacerlo.
http://www.elpais.com/videos/internacional/peor/casos/puede/fundirse/nucleo/Harrisburg/1979/elpvidint/20110312elpepuint_2/Ves/

No hay comentarios: