viernes, 11 de marzo de 2011

Respeto y suspense: etología del pato cojo

Tengo mala memoria, mala doblemente porque lo es en el sentido de su escasa calidad pero también lo es en el de su malicia, porque de vez en cuando decide caprichosamente ponerse a funcionar y traer recuerdos al presente que amenzan con empañar la argumentación que quiere uno poner en pie. Me disponía a escribir sobre el artículo de ayer de Rafael Simancas en el que pedía primarias ya en el PSOE para inyectar algo de estabilidad en el turbulento horizonte que se divisa desde Ferraz. Iba a decir que es un artículo valiente y acertado y que no logro comprender como el presidente Rodríguez Zapatero se empecina en faltarnos al respeto jugando a las adivinanzas con un tema que es trascendente para el conjunto de la ciudadanía, pero entonces me asaltó la imagen de su predecesor haciendo exactamente lo mismo, aunque con unas dosis de chulería que no están al alcance del actual Presidente (ni de muchos otros), comunicándole a sus administrados que él sí sabía quien iba a ser su sucesor y que se lo había contado únicamente... a su cuaderno, incluso recuerdo como exhibía el susodicho cuaderno para mayor escarnio de unos ciudadanos que no sabían hasta entonces que su futuro se decidía con seriedad de parvulario. Gracias al inoportuno recuerdo resulta más difícil indignarse con el presidente Zapatero, lo cual es lamentable porque si no se irrita uno constantemente con el gobierno resulta difícil integrarse en una sociedad que hace tiempo le perdió el respeto, pero es que hay que reconocer que con la burla actual algo hemos mejorado sobre la pretérita, porque lo que el señor Rodríguez Zapatero oculta es su decisión personal en lo relativo a su propia continuidad, no la identidad de un sucesor impuesto a dedo, porque de no presentarse él la elección del candidato corresponderá a su partido, no será personal, y se decidirá probablemente mediante unas primarias, sutil diferencia de índole democrática que entiendo se les escape a los simpatizantes del eterno enfadado de Valladolid. En cualquier caso ninguno de los dos se encuentra a la altura de lo que se espera de un dirigente democrático en pleno siglo XXI. No es esta sin duda la falta de respeto más grave con la que nos ofenden, pero sí probablemente la más fácil de solucionar porque no se trata de un déficit estructural, de un fallo del sistema difícil de arreglar, sino de la simple voluntad de una persona de comportarse como un ser humano decente en lo que a sus decisiones personales se refiere. No hay muchos paralelismos entre el señor de la ceja y el del bigote, o en realidad sí que los hay porque sus pertidos llevan años manteniendo un consenso tácito sobre aquellas fallas del sistema (Ley Electoral singularmente, pero no sólo) que les favorecen en detrimento de la calidad de nuestra democracia, aunque eso es otra historia, pero en lo que respecta a este punto, el respeto a los ciudadanos y la transparencia de las decisiones, sí que existe el punto de encuentro y me pregunto si lo que tienen en común es algún extraño mecanismo psicológico que se desencadena en las mentes de quienes ostentan el poder que les lleva a distanciarse de la realidad, si es la evidencia de que la metamorfosis en pato cojo es dolorosa e inconscientemente se resisten a ella o si sencillamente es el mal tino que tenemos los españoles a la hora de elegir a nuestros representantes.

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