martes, 2 de junio de 2009

Del compromiso a la arrogancia: porqué Pedro J. no es Zola ni debiera intentar parecerlo

Se habla mucho del futuro de la prensa en papel en un mundo cada vez más digital, lo que no se ha argumentado, o al menos yo no lo he oído, es la razón que hoy expone tan clara como involuntariamente el diario El Mundo: el papel, el de su periódico, sí, pero el papel en general, se ha convertido en un recipiente demasiado pequeño para contener el ego de su director, que si ya era desaforado, desde las últimas elecciones generales ha sufrido una suerte de big bang y se mantiene en constante expansión. Si ya había rebasado sobradamente los límites que la modestia y la prudencia, por no hablar de la ética, deberían marcar a un periodista, hoy ha rebasado groseramente los del pudor, poniéndose en la piel de Émile Zola, un traje que a todas luces le va grande, y endosándonos un "J'Acusse..." a cuenta de su propia paranoia que, además de hacer que los restos del pobre Zola se revuelvan en su tumba, indignan por lo que de grotesca instrumentalización del dolor ajeno en beneficio particular tienen. Al menos, al compararse, dice dos verdades: "supliré con constancia y empeño mis menores dones literarios", porque sí, es cierto, la constancia y el empeño hay que reconocérselos, los menores dones literarios no es necesario, basta con leerlos a ambos, no es elegante refocilarse en la desgracia ajena. Sólo que si uno es consciente de sus limitaciones y no las expone por falsa modestia, además debe ser consecuente y no tratar de desempeñar un papel a todas luces por encima de su capacidad.
Todo ello referido a la forma, soy de natural refractario a las teorías de la conspiración y, además, no soy un gran conocedor del fondo y por tanto asumo la verdad judicial que, en un sistema democrático, es la que se supone debería ser más fiel a la verdad sin adjetivos. Desconozco porqué las investigaciones de este perito deben tener más crédito que las de los demás que han dicho lo contrario, en el ejercicio de sus funciones, además, pero si hubiera algo que investigar sobre el tema, desde luego que debe ser investigado, nada tiene que ver lo uno con lo otro y autoridades y mecanismos tiene nuestro sistema para decidir lo que se debe hacer. Lo que critico no es que quienes discrepen de una sentencia determinada continúen lo que honestamente consideran su búsqueda de la verdad por otros medios, siempre que sea así, honestamente, sino la grandilocuencia desmedida, la falta de pudor, la constante puesta en cuestión de los principios sobre los que se asienta el sistema cuando de éste no resulta lo que quienes lo cuestionan deseaban. Más que vocación de servicio, creo ver en el señor Ramírez un afán desmedido por hacerse un hueco en la historia de nuestro país, ya lo intentó presumiendo de que ponía y quitaba presidentes (y candidatos), y el tiro le salió por la culata, y ahora pretende buscar más protagonismo del que le corresponde con un discurso tan grandilocuente como irrespetuoso con el estado de derecho. Desconozco, ya digo, cuánto de verdad puede haber en su denuncia y asumo, como no puede ser de otra manera, que la que haya, mucha o poca, debe ser tenida en cuenta por las autoridades, porque la actitud del denunciante es lo de menos en comparación con los hechos denunciados, pero eso no significa que la actitud de este denunciante en concreto sea completamente inapropiada, digna de reprobación y profundamente perniciosa para la sociedad a la que dice servir.

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