lunes, 22 de junio de 2009

A Eduardo Puelles

Es sorprendente que todavía a estas alturas haya quien ante el atroz asesinato de una persona por parte de terroristas de ETA no encuentre otra declaración mejor para resumir su estupor que "era un buen vasco", algo que volvió a escucharse el viernes pasado. Tendría el lamentablemente asesinado Eduardo Puelles sin duda muchas características mensurables, seguro que se podían decir de él muchas cosas sujetas a clasificaciones y gradaciones y probablemente la mayoría de ellas buenas, pero su condición de vasco no era una de esas. Vasco, como español, zamorano, catalán o togolés, sencillamente se es o no se es y no existe más posibilidades de que una persona, en tanto que vasco, sea mejor o más vasca que otra de las que una piedra tiene de ser más o mejor piedra que otra. Lo triste es que invocar la calidad como vasco de una víctima, aunque sea producto de la perplejidad que siempre provoca que el horror se instale un día en tu vecindario sin aviso, indicio ni camión de mudanza, no deja de dar carta de naturaleza a quienes, desde su concepción excluyente y discriminatoria de la sociedad, respaldan, conciben, comprenden, justifican, perpetran o no condenan el terrorismo.
En cualquier caso, sirvan estas palabras como condena del vil asesinato de este ejemplar policía, como muestra de solidaridad hacia sus familiares, compañeros y allegados y como reconocimiento, uno más, de aquellos que, muy a su pesar, poseen esa otra cualidad no mensurable que los iguala a todos ellos y les reserva un lugar muy especial en nuestra memoria general como sociedad y particular como ciudadanos, la de víctimas del terrorismo.

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