viernes, 5 de junio de 2009

2666

Es bien sabido que, tras la muerte de su autor, 2666 se ha convertido en un fenómeno editorial de grandes proporciones en Estados Unidos, y se suelen exponer dos hechos como origen del mismo: la contratación de Andrew Wyllie, "el Chacal", como agente en aquel país y la recomendación que del libro hizo en su programa Oprah Winfrey. La novela, que Bolaño concibió para ser publicada en cinco entregas pero cuyos herederos junto con Jorge Herralde, el editor, decidieron con buen criterio publicar finalmente en una única y magistral aunque inacabada entrega, es para mi gusto una obra maestra indiscutible, probablemente la mayor de las letras hispanas en las últimas décadas, pero no se puede decir que sea de lectura fácil ni que esté dirigida a un público de masas, de forma que, además de alegrarme profundamente, el éxito postumo de Bolaño en EE.UU. siempre me intrigó un poco. No hace mucho oí hablar nuevamente de este tema en el programa de Toni Garrido, en radio 1, y, para mi sorpresa, pude comprobar hasta qué punto es surrealista la historia, porque las palabras de Oprah que se aceptan como en punto de partida del exitoso viaje de la obra a lo largo y ancho de los EE.UU. fueron, nada más y nada menos, que ¡una analogía con Harry Potter!, algo así como que no había sentido nada parecido desde que leyó las aventuras del niño mago por primera vez. No tengo nada contra J.K. Rowling ni contra sus libros, seguro que me entretendrían mucho si los leyera, pero no puedo ni imaginarme qué puede llegar a pensar un lector que aborde 2666 esperando encontrarse un libro de aventuras cuando descubra qué clase de libro tiene entre las manos. Entiendo ahora el motivo del boom de ventas, semejante recomendación en un programa con audiencia que se cuenta por millones no es para menos, pero, visto lo visto, pienso que conocemos las cifras de ventas, aunque me gustaría saber cuantos de esos libros comprados han sido leídos realmente.
Sea como sea hay que alegrarse del éxito de un genio como Bolaño, aunque sea tarde y aunque sea en parte a cuenta de una comparación que habría asumido como un puñetazo en la boca del estómago, pero eso no hace precisamente menos llamativa la paradoja de que una de las mayores obras maestras de la literatura escrita en nuestro idioma le deba su éxito en otro a una de las mayores necedades que se hayan dicho en relación a ella en cualquier lengua del planeta. Nosotros no tenemos esa suerte, en nuestro país las necedades, necedades son y son reflejadas como tales en la prensa y las interpretamos como las sandeces que son, por mucho que generalmente las digan políticos en campaña (profusamente en ésta última, la más fútil, pobre y falta de brillo que se recuerda) y haya incautos que incluso se las crean. Pero, a diferencia de Bolaño, no sacamos nada positivo de ellas, ni individualmente, ni como sociedad, así que cabe preguntarse porqué mantenemos semejante empeño unos en generarlas, otros en publicarlas y nosotros en leerlas.

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