martes, 17 de febrero de 2009

El abaratamiento del despido, de la ética y de la estética

A estas alturas de la crisis ya parece claro que lo único que ha cambiado del neoliberalismo es la etiqueta, ahora parece feo denominarse neoliberal, y en su lugar, tras probar con lo del liberal de toda la vida y lo del capitalismo refundado, no existe una nueva denominación clara, ni falta que les hace, pensarán ellos ahora que han descubierto los beneficios del incógnito. Sin embargo es fácil reconocerlos porque salvo en el nombre no han cambiado en nada y si no, basta con escuchar sus mensajes, especialmente su último mantra para los tiempos de crisis, el abaratamiento del despido. Es digno de estudiarse porque la teoría viene a decir que la elevada tasa de paro que padecemos se debe al que entienden desorbitado precio del despido, es decir, como los cientos de miles, por no decir millones, de despidos que hemos sufrido han costado mucho dinero, ahora los empresarios no se atreven a contratar a otras personas para sustituir a aquellos que han dejado en paro porque la eventualidad de tener que volver a despedirlos supondría un precio que no podrían asumir. Puede que esto tenga sentido en los esquemas neoliberales de los defensores del despido libre, pero para los míos, sin duda más sencillos, tiene más sentido preguntarse: si el despido es tan caro, ¿porqué se despide tanto?
Y puestos a preguntarse cosas, no estaría de más hacerlo por la nueva política de interior respecto a los inmigrantes, porque no se trata de encontrar su encaje en una política progresista, sino de hacerlo en la de un ser humano decente. Ordenar cupos de detenciones indiscriminadas es tan absolutamente inaceptable que sorprende que no se pida la dimisión del responsable, especialmente teniendo en cuenta que sí se pide por una estupidez como la protagonizada por el inefable Bermejo y su escopeta.
Para finalizar, una curiosidad periodística. Nótese como el tratamiento de una misma noticia es tan divergente en El País y El Mundo que más allá de interpretaciones o matices, es titulada de forma absolutamente opuesta: para el uno Aznar se ofrece para formar parte de alguna candidatura a la presidencia del Real Madrid, mientras que para el otro se descarta absolutamente. Y todo ello basado en unas mismas declaraciones. Mucho se preocupan estos días los periódicos de la ética y la estética de los políticos, y no está de más preguntarse con qué fuerza moral lo hacen porque es sin duda en la prensa donde más descaradamente se han descuidado ambas.

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