martes, 22 de julio de 2008

No es el código, es el juez

Me van a perdonar, pero hoy no voy a escribir una de esas obviedades políticamente correctas como que las sentencias judiciales hay que acatarlas (faltaría más, lo contrario es delito) y no comentarlas. Si lo creyera correcto, como ocurre habitualmente, defendería el papel de los jueces en tanto que deben actuar conforme a lo que el marco legal les obliga, no al intuitivo sentido de la justicia que más o menos mayoritariamente tengamos los ciudadanos. En otras ocasiones así lo he hecho. El código penal, como todo, es tan falible como mejorable, y visto lo visto requiere una reforma urgente en el tema de los abusos a menores, pero en este caso, y repito, me van a perdonar, no para cambiar su espíritu, sino para blindarlo ante las interpretaciones ridículas de aquellos magistrados que ven en la letra una fórmula matemática sin más flexibilidad que la de su propia y cuadriculada mentalidad. Porque sí, en mi opinión poco versada en asuntos de la justicia, el muy respetable y honorable magistrado que ha sentenciado a "nanysex" por abuso y no por agresión se ha equivocado dramáticamente. Es un error porque le ha impuesto a un delincuente una pena menor de la que merece, y es dramático porque además de merecida, una pena mayor era posible con la ley en la mano, porque se ha atendido a la letra de la ley por encima de su evidente y clamoroso espíritu, porque el juez perfectamente podría y debería haber considerado que si la víctima es menor de dos años, los requisitos de no consentimiento por parte de la víctima y de violencia por parte del agresor se dan automáticamente. Coincido con el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid: la argumentación de la sentencia es inadmisible.
Visto lo visto, será necesario que se reforme el código penal de forma que no quede nada sujeto a posibles interpretaciones, algo que estaría muy bien a no ser porque es imposible. El principio in dubio, pro reo es perfectamente aceptable en un sistema democrático, y más en uno garantista como el nuestro, pero en ocasiones no hay duda y no hay porqué hacer interpretaciones de la ley que rozan el absurdo para proporcionarles un beneficio a todas luces inmerecido.

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