viernes, 11 de julio de 2008

El amor ciego y mudo

Desde que hace dos días me agredió desde el televisor la noticia de un hombre que mató a golpes al bebe de su compañera porque le hizo perder una partida de la videoconsola, siento una cierta apatía a la hora de escribir comentarios de actualidad política. De repente que el Presidente haya pronunciado tal o cual palabra o que determinado manifiesto despierte más o menos polémica y sea firmado ora por un intelectual, ora por un torero, futbolista o talabartero, me resultan temas de los que es difícil hablar sin parecer un vendedor de humo. Por más que no sean más que aberraciones, excepciones que de tanto en tanto vienen a confirmar cruelmente la regla de la bondad humana, esa bondad pequeña en la que creo con Vasili Grossman y que se contrapone a la otra bondad, que no buenísmo, la mayúscula, la de las grandes ideas y las causas nobles en cuyo nombre nos hemos acostumbrado hasta tal punto a que se genere tanto dolor que nos parece algo natural, el precio a pagar, este tipo de noticias no dejan de abrumarme y me alegro de no haber perdido la capacidad de indignarme, emocionarme o simplemente no ser capaz de comprenderlas. Así que hoy no voy a hacer un comentario político, sino que voy a reproducir un texto sobre la bondad, un extracto de los papeles de Ikonnikov, de Vida y Destino de Grossman, el lunes volveré a la normalidad de la línea de opinión política del blog:

Pero cuanto más se abren ante mi las tinieblas del fascismo, más claro veo que lo humano es indestructible y que continúa viviendo en el hombre incluso al borde de la fosa sangrienta, incluso en la puerta de las cámaras de gas.
Yo he templado mi fe en el infierno. Mi fe ha emergido de las llamas de los hornos crematorios, ha traspasado el hormigón de las cámaras de gas. He visto que no es el hombre quien es impotente en la lucha contra el mal, he visto que es el mal el que es impotente en la lucha contra el hombre. En la impotencia de la bondad, en la bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida. Cuanto más estúpida, más absurda, más impotente pueda parecer, más grande es. ¡El mal es impotente ante ella! Los profetas, lo maestros religiosos, los reformadores, los líderes, los guías, son impotentes ante ella. El amor ciego y mudo es el sentido del hombre.

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