martes, 19 de julio de 2011

La puerta de la luna

Antes de comenzar, ya sabía que era una temeridad, no hace falta ser muy listo para adivinar que empezar un libro de Ana María Matute, y de cuentos además, cuando no se está en plenitud de condiciones, agotado o bajo de ánimo, es peligroso y entraña un grave riesgo para la salud. Demasiado dolor. Demasiado placer. No importa, uno ya es mayorcito y sabe que nunca se sale indemne de un buen libro, lo que no esperaba es que el breve texto introductorio me dejara tocado y el primer y breve cuento, si no hundido si gravemente escorado y con numerosas vías de agua. Y es que si Ana María Matute de natural parece escribir directamente en las entrañas, lo cual, depende de la intensidad, provoca toda clase de sensaciones entre las cosquillas y el desgarro, cuando escribe cuentos lo hace hasta tal punto así, consigue una hermosura tan intensa que llega a ser dolorosa casi en cada frase, que uno correría el riesgo de morir en el intento si no fuera porque causa, si cabe, aun más disfrute que dolor. Y no es masoquismo, es la vida, aunque sólo sea, o precisamente porque lo es, su reflejo en un espejo de papel.
Y llevo leídas apenas 10 páginas de las más de 800 que componen esta deslumbrante Puerta de la Luna, no es necesario leer más para saber que va a ser una experiencia inolvidable.

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