lunes, 18 de julio de 2011

Aniversarios, efemérides.

Desconzco cual es ese país en el que vive ese sinfín de opinadores que a raíz de la efeméride del golpe de estado que llevó a este país a una guerra civil se lamentan de vivir en un constante enfrentamiento ideológico, en un mar de heridas abiertas y en una imposible reconciliación y que aparentemente se llama igual que aquel en el que vivo yo que por el contrario es una democracia consolidada con numerosísimos déficits y fallos pero en el que la guerra civil, sin ser un tema de debate sereno, que no lo es, sí que es un tema socialmente cerrado excepto por la lucha inconclusa de aquellos que quieren localizar y enterrar a sus muertos, muchos de ellos sin más afán ideológico que el de honrarles. En mi país la gente habla libremente y discute sobre la guerra y el franquismo, es cierto, y lo hace con pasión, pero es que desgraciadamente en mi país se habla y se opina con de todo con mucha más pasión que conocimiento de causa, y lo cierto es que esas dos Españas que tan tenebrosamente tratan de pintarnos hoy algunas voces del periodismo apocalíptico comparten trabajo, se casan, tienen hijos, son amigos, y discuten, afortunadamente discuten, pero después siguen manteniendo su relación normal, tan buena o mala como lo sería si el tema de discusión fuera en lugar del franquismo el fútbol o la realidad Hegeliana. Cierto que hay revisionistas de toda condición que reinventan la historia para hacerse un hueco en el presente (y los hay independientemente de su signo ideológico, cambiante en algunos casos) o tal vez sólo como excusa para vender libros o para revolver el río para ver si como pescador oportunista obtienen más réditos de los que obtendrían como periodista/escritor/intelectual/político/etc honestos y coherentes, que los obtienen, pero no es eso lo preponderante en una sociedad que tal vez no olvide, ni falta que hace, pero si que ha superado plenamente sus traumas del pasado y que bastante tiene con batirse el cobre con los del presente, que son muchos y muy difíciles de afrontar. No sé qué país es ese en el que viven hoy esos oscuros columnistas, ni tan siquiera sé cual es el tiempo que habitan, lo que tengo claro es que, afortunadamente, la sociedad civil española vive en otro tiempo diferente del que ellos desgranan tan vívida y profusamente y desde luego de que vive en un lugar mucho más luminoso, tolerante y democrático que el inhóspito y encerrado en sí mismo de esas columnas que, a modo de barrotes, más parecen delimitar una celda que describir un mundo real.

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