lunes, 11 de julio de 2011

La era Rubalcaba, día dos.

El presidente Rodríguez Zapatero anunció con fanfarrías, clarines y una cierta grandilocuencia que habría un antes y un después del discurso de este sábado del candidato del PSOE a la presidencia, y tras dos días del advenimiento de Rubalcaba, créanme que si a modo de pasatiempo dominical tuviera que encontrar las siete diferencias entre ese antes y ese después, esas dos gotas de agua, no sería capaz de hacerlo. Ahora bien, el discurso fue correcto y el candidato, si hubiese surgido de la nada envuelto en una sugerente nube de vapor de agua modulada por luces de colores cual truco de prestidigitador, sería más que correcto, pero como su aparición la ha hecho desde esa surte de nube de azufre que es el gobierno Zapatero, tanto el discurso como el propio candidato resultan bastante irrelevantes. Porque no parece probable que el castigo que obtuvo el PSOE en las autonómicas y que en puridad hubiese debido llevarse en las generales haya saciado al electorado. Y no es irrelevante por la distancia de la sociedad con los políticos y todo eso que tan recurrentemente decimos como escuchamos, sino que fue el propio presidente quien le lanzó al candidato la carga de profundidad que debía dejar tocado, si no hundido, el discurso de éste, fuese cual fuere, cuando dijo aquello de que no había discrepancia en las propuestas sino que había dos planos diferentes, el del gobierno y el del partido, esto es, que se debe aprovechar para decir en nombre del partido lo que se quiere, que llegado el caso de gobernar ya se hará lo que se debe, o lo que le dejen, que viene a ser lo mismo en este esquema neoliberal en que nos movemos.
Es bueno que se proponga una reforma de la Ley electoral (que este mismo gobierno ha deshechado tras un largo periodo de estudio y reflexión, conviene no olvidarlo), es bueno que se restablezca el impuesto de patrimonio (que este mismo gobierno eliminó) y es bueno, en fin, que se proponga un giro a la izquierda (que anule o compense el giro a la derecha que dio este mismo gobierno: las bases del PSOE van a tener que comprar biodramina para saber a qué atenerse con tanto giro), pero si Rubalcaba es un buen gestor porque ha estado presente en todo lo bueno que haya hecho el PSOE desde Felipe González, también es cierto que ha estado presente en todo lo malo, y no precisamente en un segundo plano, de modo que diga lo que diga, por bueno que sea y por bien que lo diga, adolecerá de ese déficit de credibilidad que comporta encomendar la renovación al anciano de la tribu. Esto de la renovación en la politica es como la virtud en la mujer del César, no sólo hay que serlo, sino hay que parecerlo, y no hay maquillaje en el mundo capaz de presentar a Rubalcaba como algo nuevo.
Pues en este orden de cosas es obligado recalcar que no es esto todo lo que hay, que no es inevitable tener que elegir entre el partido que merece perder y el que no merece ganar, no es cosa del destino que el presidente deba ser de PSOE o PP, hay muchas otras opciones y ahora más que nunca es cuando hay que reforzar la democracia votando no aquello que nos parezca más conveniente como una cuestión táctica, sino aquello con lo que realmente nos identificamos para que el parlamento sea una muestra realmente representativa de la sociedad, y lo sea no sólo desde un punto de vista formal, sino desde uno estadístico. Es más difícil, hay que leer muchos programas, esuchar a muchas personas, y, sobre todo, pensar, responsabilizarse, y no limitarse a la cara y cruz del bipartidismo cuya única ventaja, eso sí, es que es más cómodo. Ya que ni uno ni otro son capaces de dejar que entre el aire fresco, seamos nosotros quienes abramos las ventanas.

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