miércoles, 20 de octubre de 2010

Una escueta lanza rota

Como doctores tiene la iglesia, no es mi intención comentar lo sustancial de la remodelación del Gabinete Ministerial decidida por el Presidente Zapatero, aparentemente positiva en muchos aspectos, sino centrar mi atención en un tema probablemente accesorio, pero en el que, me parece, merece la pena detenerse un momento.
Cuando el presidente ha encargado a alguien una tarea de especial dificultad, no técnica ni de gestión, sino de desgaste personal, como ocurrió con Miguel Sebastián en su infausta candidatura al Ayuntamiento de Madrid o, más recientemente, con Trinidad Jiménez en las primarias de la Comunidad de Madrid, ha acostumbrado  a compensar después los esfuerzos de sus sufridos escuderos con una notable promoción política en forma de sillón ministerial. Sin embargo, en el caso de la aun ministra Bibiana Aído, probablemente la persona que mayores y más feroces ataques personales ha padecido en esta, nuestra tan maleducada democracia, y una de las personas que, por tanto, mayor desgaste personal debe haber sufrido pese a lo cual ha conseguido sacar adelante no sólo cuantos objetivos, difíciles todos ellos, se le han encomendado sino también el aparentemente no menos complicado de la presencia pública (meritoria en un Gabinete plagado de ministros invisibles, más teniendo en cuenta consideraciones de dimensión presupuestaria y de recursos humanos puestos a su disposición), no parece que vaya a ser así. Si nos tomáramos todos la, por otro lado hercúlea, tarea de apartar el ruido y la demagogia que ha rodeado su gestión y nos ciñésemos a logros, fracasos, objetivos cumplidos y, lo que no es menos importante, desempeño personal (la ministra se ha mostrado amable e incluso sonriente en muchas circunstancias en las que muchos de nuestros más curtidos próceres de la política, desgraciadamente, habrían recurrido al exabrupto o cuando menos a la irritación) nos daríamos cuenta de que ha sido una de las mejores ministras (léase ministras y ministros) de la etapa Zapatero.
Valgan pues estas breves palabras como reconocimiento público a la labor de Bibiana Aído, a sabiendas de que a sus oídos, tristemente acostumbrados a otro tipo de mensajes, es probable que no lleguen, pero quien en mi opinión merece que, aunque sea por una vez y como despedida, alguien rompa por ella una lanza y no sea para clavarle una parte y golpearla con la otra. Aunque hoy atardezca en Cádiz, mañana, sí o sí, amanecerá de nuevo, aunque lo haga sin más recompensa que alguna que otra escueta lanza rota y, eso sí, la íntima  e impagable satisfacción por el deber cumplido.  Suerte en el futuro.

Descentralizando, que es gerundio

Es curioso como el mal uso de algunas acciones llega a contaminarlas hasta tal punto que su sola mención se percibe como algo negativo, cuando lo único negativo es el mal uso, no la acción en sí. A estas alturas de partido cuando gran parte de la ciudadanía oye hablar de transferencia de competencias a una comunidad autónoma, algo perfectamente normal, lógico y deseable si se hace para lograr un mejor funcionamiento de la competencia en cuestión acercándola a sus destinatarios, los ciudadanos, lo percibe claramente no sólo como algo negativo, sino como una agresión hacia el resto de los ciudadanos del Estado (muchos de los cuales, en según que casos, ya gozan de esa competencia descentralizada desde hace tiempo, pero sin ruido ni demagogia). Es el desenlace lógico de un proceso en el que se ha perdido de vista el objetivo, la solución de los problemas de los ciudadanos, y se ha convertido la descentralización no en un proceso racionalizador y optimizador de recursos, sino en recurrente moneda de cambio para la compra de apoyo político. 
Lo único que se le debiera a exigir a un proceso de transferencia de competencias sería que su gestión mejorara con ello y que todas las comunidades que desearan acceder a él pudieran hacerlo en igualdad de condiciones. No es cierto que la descentralización deba ser asimétrica ni que deba generar desigualdades y agravios comparativos, aunque en la práctica acostumbre a ser así.
Tampoco hay nada malo en la negociación política, al contrario, debiera ser el trabajo fundamental de nuestros parlamentarios, siempre teniendo en cuenta que el fin no justifica necesariamente los medios y que tanto en el fondo como en la forma hay líneas rojas que jamás deben no ya traspasarse, sino pisarse de refilón.
Así pues no es criticable que el gobierno decida traspasar competencias al País Vasco, pero sí lo hay en que eso se haga como contrapartida al apoyo del PNV a los presupuestos generales, sí lo hay en que se negocie no con el gobierno de esa comunidad autónoma, sino con la oposición y sí lo hay en que se transfieran sólo al País Vasco y no al resto de Comunidades que deseen acceder a esas mismas transferencias y, en su caso, se les niegue.
Llegados a este punto no cabe esperar que la descentralización del Estado se racionalice, que sea una cuestión de gobernanza y no de mercadeo, sino sólo aguardar pacientemente a que se culmine, que todo aquello susceptible de descentralizarse (que no es todo, ni mucho menos) se transfiera y confiar en que entonces por fin nuestros gestores de la cosa pública, si recuerdan cómo hacerlo o al menos que ésa es su misión, se pongan a hacer política de verdad. Será divertido ver cómo llegan a acuerdos quienes se han acostumbrado a comprarlos y/o venderlos.

martes, 5 de octubre de 2010

El bosque sombrío

Acaba Turguenev su genial novela "Nido de nobles" describiendo una escena en la que aparentemente pasa bien poca cosa pero en cuya inacción se encierra todo un mundo, o toda un vida que viene siendo lo mismo. Tras la intensa carga emotiva recibida por el lector, culmina esta escena el autor diciendo que hay momentos en la vida que sólo cabe aludir a ellos y pasar de largo, y tiene mucha razón. Supongo que el presidente Zapatero y su ministra de sanidad quisieran que éste, el de las primarias del PSOE en Madrid, fuera uno de esos momentos y tras las profusas alusiones que todos los medios han hecho a este proceso, por lo demás honroso desde el punto de vista democrático, se desvaneciera cuanto antes y no dejara más rastro que ese tan frágil que conforma la memoria colectiva, pero no parece que vaya a ser así.  No es ni por el proceso ni por la evidencia que éste supone de la infinita capacidad de algunos para tropezar en la misma piedra tantas veces como pasan por el camino, por lo que la campaña de Trinidad Jiménez merece un comentario, y no precisamente favorable. Lo merece porque representa un empobrecimiento sin límites que una política veterana en representación del aparato de un poderoso partido no tenga otra cosa que ofrecer a la militancia que el pseudoargumento "debéis elegirme porque tengo más probabilidades de ganar". Tal vez lo haya soñado yo, pero juraría que esto de la política, formalmente al menos, era una cuestión de ideas, una plaza en la que diferentes personas en representación de diferentes sensibilidades confluían y exponían a todos qué querían hacer y cómo, los ideales que les impulsaban y las medidas concretas que deseaban poner en práctica, su modelo de sociedad, sus medidas económicas, sus propuestas, sus reformas, qué cambiar y qué mantener, y ya sé que  para los partidos mayoritarios desde hace tiempo eso sólo era una pose, una simulación para que los ciudadanos siguiéramos pensando que a nuestros representantes les importaban algo nuestros problemas, pero ya hasta la pose hemos perdido. La solución a nuestros problemas no importa lo suficiente a nuestros ¿representantes? como para al menos tomarse la molestia de mentirnos al exponernos cómo tratarán de solucionarlos. Simplemente se trata de conquistar el poder y ahora se permiten el lujo de decirlo claramente. Tristemente, un pseudoargumento como el expuesto (votadme porque tengo más probabilidades de ganar) no sólo no ha merecido el menor reproche público sino que se ha asumido como válido e incluso acertado. Supongo que es la conclusión lógica de tanta mercantilización y nuestro justo castigo por permitirla, pero a mi, y que me perdone Trinidad Jiménez, quién por lo demás siempre ha gozado por mi parte de una cierta simpatía y de quien, francamente, espera uno mucho más, me suena, lisa y llanamente, a prostitución de las instituciones democráticas. Y conste que no entro a valorar si además de lo dicho el argumento es verdad o no, porque a estos efectos es indiferente.
Y no ha ganado, al menos no esta vez, aunque sospecho que no por lo que de podredumbre intelectual supone, sino por razones más de andar por casa como lo son la rebelión ante la imposición desde arriba frente al trabajo desde la base. Pero el paso ya se ha dado y socialmente se ha aceptado, y esa es la triste conclusión que más me llama la atención de estas primarias, no la victoria de un candidato u otro que en cualquier caso no serán los míos.
Volviendo a Turguenev para finalizar, hay que darle la razón cuando dice que el alma ajena es un bosque sombrío, pero en el caso del presidente Zapatero o de los responsables de esta situación, sean quienes que sean, la falta de luz no está provocada por la majestuosidad de los árboles sino por la abundancia de maleza, lo que, además de oscuro, lo ha tornado impenetrable. No soy capaz a estas alturas de imaginar qué le pasa por la mente al presidente ni hasta donde está dispuesto a arrastrar por el fango las históricas siglas que representa, pero tengo claro que hace tiempo que no merece la pena el esfuerzo de tratar de iluminar ni tan siquiera la escasa porción de bosque que antes permanecía a la vista de los ciudadanos.

viernes, 28 de mayo de 2010

Zapatero y el grano de arroz perdido

Cuenta la leyenda que Jadiya, la primera mujer de Mahoma, se encontraba un día separando granos de arroz para dar a los pájaros aquellos que estaban roídos por los gusanos y aprovechar los demás para preparar la comida, cuando se le cayó un grano al suelo. Su marido había prescrito que ningún alimento que viniese de la tierra debía desperdiciarse de modo que se puso a buscar concienzudamente el grano de arroz perdido, cosa que no logró hacer. Afortunadamente para ella, tenía al profeta a mano así que le planteó el problema para que este le indicara cómo debía proceder y el marido, en su sabiduría, propuso la siguiente solución que, por prudencia, seguro que los amables lectores se harán cargo, no voy a valorar: decidió el profeta inundar la habitación porque, toda vez que el grano de arroz debiera flotar, así sería mucho más fácil encontrarlo, cosa que lograron cuando el agua les llegaba por las rodillas.
Sin entrar en análisis de coste/beneficio de tan sorprendente técnica de búsqueda de objetos perdidos ni tan siquiera tratar de averiguar la moraleja de esta historia, creo haber encontrado en ella algo que la pone de actualidad, y es que nuestro presidente del Gobierno, ante el evidente extravío de su carisma (entre otras muchas pérdidas) y cabe suponer que alianza de civilizaciones mediante, ha decidido aplicar las enseñanzas del profeta e inundar el país de medidas antisociales, recortes, decretos, bandazos y palabras huecas en nombre de una tan supuesta como falsaria responsabilidad de estadista, sólo que, como suele suceder cuando se actúa con convicciones ajenas (de esto sí debería tomar nota el Gobierno) de momento no ha logrado su objetivo, aunque en el proceso muchos de los ciudadanos por cuyo bienestar debiera velar se ahoguen en su infame inundación.
Igual que desconocía que enseñanza pretendía transmitir Mahoma con la primera historia a sus discípulos, no me siento capaz de adivinar qué aprenderá nuestro presidente de la actual situación del país, los ciudadanos sacaremos muchas conclusiones, no me cabe duda, pero probablemente para él no haya más moraleja que la confirmación del siguiente hecho: el carisma no flota.

jueves, 13 de mayo de 2010

Perro herbívoro, asno carnívoro

Dice un proverbio del Cáucaso, creo que concretamente Checheno: "un perro obsequió a un asno con carne, y éste le ofreció paja al perro, con lo que ambos se quedaron hambrientos". Esta sencilla sentencia venía siendo hasta ahora una metáfora perfecta de la vida parlamentaria española en la que cada parte entiende el debate como el ofrecimiento al contrario de algo coherente para sí mismo pero inaceptable para el otro, mientras que, lógicamente, toda vez que el contrario hace exactamente lo mismo, se rechazan sistemáticamente cuantas ofertas llegan por ser incompatibles con las propias convicciones. Pero hete aquí que ayer el perro se volvió hervíboro y descubrió las bondades de la paja y llevado por su recién descubierta fe de converso se la ofreció con fanfarrias y clarines al asno quien, no menos súbitamente que el perro, cambió sus hábitos alimentarios y decidió comer carne y defender su consumo, además, con pasión de profeta, por lo que el acuerdo fue de nuevo imposible. El Rodríguez Zapatero adepto a las políticas neoliberales se encontró súbitamente enfrente a un Rajoy defensor de las políticas sociales indignado por unos recortes que los simples mortales creíamos que defendía encendidamente hasta apenas unas horas antes de ser anunciados.
Lo malo del recorte es obviamente su injusticia, las dificultades a las que se van a ver abocados muchos funcionarios (que en nuestra mayor parte no somos Directores Generales sino que cobramos unos sueldos bastante ajustados) y pensionistas, pero conviene fijarse especialmente en el Presidente del Gobierno, porque de un plumazo ha contradicho todo lo dicho hasta ahora (algo difícil porque de contradicciones anda su discurso lleno) y ha abandonado la única idea-fuerza a la que, al menos dialécticamente, se había mantenido fiel hasta ahora. Ya no hay salida social a la crisis, ya no hay líneas rojas ni estado del bienestar que valga, nuestro presidente hinca la rodilla en tierra y asume públicamente que la única salida posible a la situación es la aplicación estricta y extrema de las recetas neoliberales que, cabe recordarlo ahora que él lo ha olvidado, han provocado la situación. Don José Luis, capitalismo refundado mediante, se pone el traje de la sastrería de Bush, renuncia a sus creencias y, de paso, traiciona la confianza de quienes le han votado y de muchos que no lo hemos hecho en que hay otro camino posible y dirigentes dispuestos a transitar valientemente por él. Pues sí los hay, los hay fuera de las políticas neocon e incluso los hay dentro pero con mayor sensibilidad social, sigue siendo injusto que paguemos por lo que no hemos hecho y que además salvemos a quienes sí lo han hecho, sigue habiendo muchas fórmulas de ahorro diferentes a la de los cinturones de funcionarios y pensionistas, sigue habiendo una forma diferente de hacer las cosas, una mirada ética que aclara mucho la visión, lo único que ha eliminado el presidente con sus medidas es el espejismo de que él fuera quien pudiera ponerlas en práctica, ilusión en la que de todos modos ya casi nadie creía pero por cuyo desvanecimiento probablemente tendrá que pagar un alto precio en las urnas, aunque nunca tan alto como el que pagamos y pagaremos los ciudadanos. Olvida el presidente que por mucha voluntad que le ponga el perro, si se alimenta de paja morirá inevitablemente, la fisiología es lo que tiene, y la política también.
Puede que nosotros perdamos poder adquisitivo y tengamos alguna que otra apretura, no es el tema central, aunque las cosas se deban hacer de otra manera si ésto sirve (cosa que habrá que ver) para que los cientos de miles de personas que viven hoy día una situación verdaderamente angustiosa en nuestro país encuentren una salida, personalmente lo daré por bien empleado, poco me parece nuestra pérdida en comparación con lo que pierde el presidente en dignidad, respeto y consideración. 

viernes, 7 de mayo de 2010

El recorte más viable

La devaluación del estatus de la Biblioteca Nacional eufemísticamente denominado "Racionalización de la Administración" continúa su camino y, pese a las numerosas reacciones, no parece que se vaya a dar marcha atrás. Pero incluso dentro de un sinsentido como este, hay cosas por cuya inanidad brillan con luz propia, como por ejemplo la aporía que la Ministra de Derechos de Autor, antes Cultura, ha perpetrado al ser preguntada por el tema: "era el recorte más viable". No dice la ministra que lo lamenta, no dice que ha peleado con uñas y dientes hasta el último momento, no dice que ha amenazado con dimitir si se culmina semejante despropósito, la ministra dice que, en el contexto del Ministerio de Cultura, suprimir la Dirección de la Biblioteca Nacional era el recorte más viable. Interrogada además la ministra por las causas que hacen más viable suprimir la Dirección de la Biblioteca Nacional que, por ejemplo, la de Cinematografía, la ministra Sinde no sabe, no contesta. ¡Cosas veredes! En otras circunstancias, podría alguien de imaginación fértil  podría visionar claramente la escena de la dura batalla dialéctica entre la Vicepresidenta Económica y la Ministra de Cultura que, tras desgarradores escenas y cantos a la importancia de la Biblioteca Nacional como institución cultural en nuestro país,  desembocara en una situación como la actual, pero visto lo visto requiere mucho menos esfuerzo imaginar algo más sencillo y directo, algo como:

- Sabes que la situación económica está muy mal y todos tenemos que sacrificarnos. Sé que lo que te tengo que decir es difícil, pero sin duda te harás cargo...
- ¿Qué me estás diciendo, Elena?
- Tienes que renunciar a una Dirección General.
- ¡Ah bueno! No imaginas el susto que me has dado, creí que ibas a decirme... En fin, no se hable más, quítame eso de los libros y asunto cerrado.

Tiene su sentido, en lenguaje ministerial y hablando de recortes y/o decisiones impopulares, es muy probable que viabilidad se defina en función de la susceptibilidad de generar protestas, y es bien sabido que el colectivo del cine se moviliza más, mejor y con mucha más repercusión que el literario. Pero, ¿se puede defender seriamente que la gestión de la cinematografía, por digna que sea como arte, importante como altavoz social y lucrativa como negocio, si es que lo es, merece una consideración administrativa mayor que el de la biblioteconomía?, ¿se puede siquiera insinuar sin sonrojo que la Biblioteca Nacional debe tener un rango administrativo menor? Parece que la ministra González Sinde sí que puede de forma que la pregunta es si los demás, la ciudadanía, estamos dispuestos a tolerarlo. 
O tal vez la ministra tenga razón, ¿quien necesita una Biblioteca Nacional si ya se han inventado los eBooks? Con unas pocas tarjetas de memoria se podría replantear la institución y modernizarla al modo de la librería Fuentetaja: se transforma en un elegante bistró en el que se mezclen tapas de diseño con libros y así se le saca un rendimiento económico, que al fin y al cabo es el que cuenta. De hecho los libros que ya no generen derechos de autor deberían utilizarse para otros menesteres: sería muy artístico y provocador a la vez vender bocatas de calamares envueltos en papel de incunable o dejar que los hermanos Chapman la conviertieran en una macroinstalación, seguro que ellos se divertían mucho. Aunque en realidad no merece la pena tanto esfuerzo por un simple negociado, lo mejor es venderle el inmueble a McDonalds (o mejor, cedérselo a la SGAE ahora que  se ha frustrado la cesión del palacete de Boadilla) e ir avisando al trapero para que retire todo ese papel viejo, que reciclarlo supondrá un gran beneficio para el medio ambiente, que la economía verde es lo primero, es bien sabido.



martes, 4 de mayo de 2010

La mala puntería del tijeretazo

Admite la Vicepresidenta Salgado que el recorte de altos cargos tiene más valor simbólico que económico, por lo que, en buena lógica, procede analizar qué es lo que simboliza este anunciado plan (además del evidente hecho de anunciarlo, un fin en sí mismo). Es evidente que este recorte no supone un gran esfuerzo de austeridad, no se enmarca dentro de una gran actuación de cinturones prietos y esfuerzos hercúleos, por lo que cabe suponer que los cargos suprimidos son considerados por el gobierno superfluos, por decirlo de una manera suave. ¿Y que cargos son esos? Pues bastantes, muchos de ellos de existencia desconocida para el común de los mortales, todos excepto uno cuya presencia en la lista es clamorosa: el gobierno, con el beneplácito del Ministerio de Derechos de Autor, antes Cultura, ha decidido eliminar nada más y nada menos que la Dirección de la Biblioteca Nacional. ¿Valor simbólico decía la Vicepresidenta? Efectivamente, la supresión de este cargo simboliza la falta de consideración que este Gobierno, que presume de sus políticas sociales, siente por la política cultural y no hace sino abundar en la senda que se inicia con el nombramiento de una ministra del ramo cuya preocupación no es la cultura ni el acceso de los ciudadanos a la misma, sino la industria y la gestión de los derechos de autor (de los que ella misma es beneficiaria y que son algo noble y deseable, pero que son algo privado para lo que ya existen sociedades privadas encargadas de hacerlo, cosa que hacen con bastante mala fortuna) antes que cualquier otro objetivo. No pretendo dar lecciones a nadie, pero la educación y la cultura son políticas sociales fundamentales, y un país que no las mima difícilmente puede considerarse no ya progresista, sino democrático. Y no se me ocurre una política más anticultural que convertir el Ministerio de Cultura en una pseudopatronal de las sociedades de gestión de derechos de autor, no se me ocurre nada más anticultural que descuidar el mayor patrimonio cultural, bibliográfico en este caso, que atesoramos marginándolo a un incomprensible segundo plano  (no ya de la política general del gobierno sino de la política cultural) anteponiendo a la excelencia en su gestión y al cuidado de su prestigio mezquinos criterios economicistas que además son falsos y de resultados irrelevantes.
No conozco en el sector público un cuerpo más ejemplar y menos reconocido que el de los bibliotecarios, tal vez sea por mi trabajo en la Universidad pero tanto por su dedicación como por los resultados de la misma considero que haría bien la sociedad en sentirse legítimamente orgullosa de quienes con tanta profesionalidad y entusiasmo gestionan uno de sus mayores patrimonios. Por la misma razón, la supresión de la que, simbólicamente, es su cabeza visible, es una innecesaria afrenta a la vez que la demostración del escaso compromiso del gobierno con la Cultura, que es lo mismo que decir con los ciudadanos.