Recuerdo que de pequeño mi padre
acostumbraba a decirme, obviamente sin ánimo de ofender, que cuando un tonto
coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue. Porque uno tiraba a cabezota,
la verdad. La situación política actual, también sin el menor ánimo de faltar
al respeto a nadie, me recuerda mucho a ese dicho porque algo me dice que
estamos invadidos por tontos a los que se les ha acabado el camino pero que
siguen transitándolo independientemente de que ya no existen ni llevan a
ninguna parte. Pero la realidad no interfiere en su ruta, porque para eso
habitan en un mundo paralelo. Con el trabajo que les ha costado construirlo es
comprensible que se esfuercen en reivindicarlo, que para eso es suyo.
Obviamente el término “tonto” en
este texto no es más que una licencia poética, si me permiten decirlo así,
todos los que se pudieran sentir aludidos por él obviamente tienen demostrada
una gran solidez tanto académica como política e intelectual, pero qué quieren
que les diga, si el nivel de la discusión política va a ser en el futuro la
sucesión de esfuerzos didácticos para explicar los unos que 130 es mayor que
122 y los otros que 122 es mayor de 90, pues miren, lo mejor que puede pasar es
que votemos de nuevo cuanto antes y, a poder ser, que lo hagamos todos en
blanco. Ya que tanto hablan de los mensajes que manda la ciudadanía, he ahí uno
poderoso.
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