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martes, 5 de octubre de 2010

El bosque sombrío

Acaba Turguenev su genial novela "Nido de nobles" describiendo una escena en la que aparentemente pasa bien poca cosa pero en cuya inacción se encierra todo un mundo, o toda un vida que viene siendo lo mismo. Tras la intensa carga emotiva recibida por el lector, culmina esta escena el autor diciendo que hay momentos en la vida que sólo cabe aludir a ellos y pasar de largo, y tiene mucha razón. Supongo que el presidente Zapatero y su ministra de sanidad quisieran que éste, el de las primarias del PSOE en Madrid, fuera uno de esos momentos y tras las profusas alusiones que todos los medios han hecho a este proceso, por lo demás honroso desde el punto de vista democrático, se desvaneciera cuanto antes y no dejara más rastro que ese tan frágil que conforma la memoria colectiva, pero no parece que vaya a ser así.  No es ni por el proceso ni por la evidencia que éste supone de la infinita capacidad de algunos para tropezar en la misma piedra tantas veces como pasan por el camino, por lo que la campaña de Trinidad Jiménez merece un comentario, y no precisamente favorable. Lo merece porque representa un empobrecimiento sin límites que una política veterana en representación del aparato de un poderoso partido no tenga otra cosa que ofrecer a la militancia que el pseudoargumento "debéis elegirme porque tengo más probabilidades de ganar". Tal vez lo haya soñado yo, pero juraría que esto de la política, formalmente al menos, era una cuestión de ideas, una plaza en la que diferentes personas en representación de diferentes sensibilidades confluían y exponían a todos qué querían hacer y cómo, los ideales que les impulsaban y las medidas concretas que deseaban poner en práctica, su modelo de sociedad, sus medidas económicas, sus propuestas, sus reformas, qué cambiar y qué mantener, y ya sé que  para los partidos mayoritarios desde hace tiempo eso sólo era una pose, una simulación para que los ciudadanos siguiéramos pensando que a nuestros representantes les importaban algo nuestros problemas, pero ya hasta la pose hemos perdido. La solución a nuestros problemas no importa lo suficiente a nuestros ¿representantes? como para al menos tomarse la molestia de mentirnos al exponernos cómo tratarán de solucionarlos. Simplemente se trata de conquistar el poder y ahora se permiten el lujo de decirlo claramente. Tristemente, un pseudoargumento como el expuesto (votadme porque tengo más probabilidades de ganar) no sólo no ha merecido el menor reproche público sino que se ha asumido como válido e incluso acertado. Supongo que es la conclusión lógica de tanta mercantilización y nuestro justo castigo por permitirla, pero a mi, y que me perdone Trinidad Jiménez, quién por lo demás siempre ha gozado por mi parte de una cierta simpatía y de quien, francamente, espera uno mucho más, me suena, lisa y llanamente, a prostitución de las instituciones democráticas. Y conste que no entro a valorar si además de lo dicho el argumento es verdad o no, porque a estos efectos es indiferente.
Y no ha ganado, al menos no esta vez, aunque sospecho que no por lo que de podredumbre intelectual supone, sino por razones más de andar por casa como lo son la rebelión ante la imposición desde arriba frente al trabajo desde la base. Pero el paso ya se ha dado y socialmente se ha aceptado, y esa es la triste conclusión que más me llama la atención de estas primarias, no la victoria de un candidato u otro que en cualquier caso no serán los míos.
Volviendo a Turguenev para finalizar, hay que darle la razón cuando dice que el alma ajena es un bosque sombrío, pero en el caso del presidente Zapatero o de los responsables de esta situación, sean quienes que sean, la falta de luz no está provocada por la majestuosidad de los árboles sino por la abundancia de maleza, lo que, además de oscuro, lo ha tornado impenetrable. No soy capaz a estas alturas de imaginar qué le pasa por la mente al presidente ni hasta donde está dispuesto a arrastrar por el fango las históricas siglas que representa, pero tengo claro que hace tiempo que no merece la pena el esfuerzo de tratar de iluminar ni tan siquiera la escasa porción de bosque que antes permanecía a la vista de los ciudadanos.

lunes, 27 de abril de 2009

La ¿pandemia? de gripe porcina y el opio del pueblo

Me espanta la grosera instrumentalización que de los miedos primarios de la población se hace desde los círculos del poder. Lo entiendo, es decir, mientras uno esté preocupado por morirse si alguien estornuda en el metro, no lo está por que le despidan o le hayan despedido, o al menos no tanto, pero eso no justifica que se nos trate de vender sin rubor una nueva pandemia, junto con la angustia que la acompaña, para mantenernos debidamente anestesiados. Es lo que ocurre con los abusos, tradicionalmente esa función de opio del pueblo la han jugado el fútbol y el deporte en general, pero el exceso de oferta de que disfrutamos hace que la sociedad haya desarrollado una cierta tolerancia y sus efectos narcóticos ya no sean los deseados, de manera que los rebeldes ciudadanos se atrevan a irritarse por las cifras del paro aunque gane el Madrid. Así que se recurre a alarmar injustificadamente a la población con la primera excusa con visos de verosimilitud para que nos mantengamos entretenidos, sólo así se entiende que toda una Ministra de Sanidad decida comparecer un domingo ante la opinión pública para decir que en nuestro país también hay sospechosos de gripe porcina, lo cual, en atención a la racionalidad debida, viene siendo lo mismo que no decir nada. Las autoridades sanitarias han procedido bien, es decir, ante la menor sospecha se debe aislar a los pacientes hasta tener una confirmación del positivo o del negativo, pero que en México haya unos cientos de afectados por la gripe porcina no significa que por ello haya desaparecido la gripe normal y corriente, y que alguien se resfríe tras su paso por aquel país (o a su vuelta) no significa, en principio, nada más que eso. Lo que la precaución obliga a hacer a un médico no el lo mismo que lo que obliga a hacer a un político, es decir, por mucho que una sea ministra debutante y necesite impactos en los medios, no es prudente ni procedente irrumpir en los hogares de los españoles sembrando la duda, y con ella la consecuente alarma, hasta que no exista una certeza que compartir. Si alguno de los casos se confirma, esperemos que no, entonces es cuando el gobierno debe hacer un alarde de transparencia y comparecer a la luz pública con todos los datos relevantes sobre el caso, hacer un llamamiento a la serenidad y hacer todo lo posible por explicar las dimensiones reales de la enfermedad para que se tomen todas las medidas preventivas necesarias. No menos, pero tampoco más.
No es que yo sea un kamikaze que aboga por hacer oídos sordos a las alertas sanitarias, naturalmente hay que ser cuidadoso con ellas y esta es posible que llegue a serlo, pero eso no implica que no exista un uso deshonesto de las amenazas de pandemia como "opio del pueblo". A estas alturas ni el ébola, ni las vacas locas, ni la gripe aviar han sido la pandemia con la que en su momento nos aterrorizaron, y, en mi modesta opinión, tampoco parece que la gripe porcina vaya a serlo.