martes, 25 de enero de 2011

De Hadji Murat a Shalimar el payaso, una reflexión sobre el Caucaso Norte

Cuando uno es aficionado a los clásicos rusos le resulta imposible no estar, literariamente al menos, familiarizado con el conflicto secular que enfrenta a Rusia con parte de la población del caucaso norte. La reflexión que me suscita el atentado de ayer en el aeropuerto de Domodédovo no está tan relacionada con su evidente brutalidad, poco hay que reflexionar ante muestra de barbarie tal que no deja espacio sino para la más rotunda condena, como con la evolución temporal del conflicto. Aquellos a quienes Tolstoi en "Los Cosacos" o "Hadji Murat" o Pushkin en "La hija del capitán"  (incluso Sholojov en "El Don apacible", aunque esta visión ya es menos amable) retrataban como unos héroes románticos no exentos de sentido del honor aunque ciertamente violentos, aquella frontera que veían como tierra de aventura, sí, pero de vida sencilla y plena en la que, si bien no explícitamente, aparecían más culpables de la violencia los rusos en tanto que invasores que los propios guerrilleros, se ha transformado en una zona de conflicto dominada por la violencia y la corrupción, una zona sin el menor respeto a los derechos humanos  en la que el valor de la vida humana es irrelevante, situación de la que Rusia obviamente no está exenta de responsabilidad, al contrario, pero en la que los antaño guerrilleros que defendían su tierra se han tornado en terroristas que asesinan a civiles indiscriminadamente fuera de ella, en aeropuertos, teatros, escuelas o en el metro. La situación me recuerda otro libro (Shalimar el payaso de Shalman Rushdie), fantástico por cierto, en el que se reflexiona sobre como el fanatismo (en sus dos caras más dañinas que tanto en el caucaso como en este caso aparecen combinadas: el religioso y el nacionalista) puede transformar un paraíso terrenal, un lugar de convivencia pacífica entre culturas, en un terrible infierno, lo cual es una curiosa manera de amar a la patria. Encuentro entre la Cahemira que describió Rushdie y el Caucaso Norte no pocos paralelismos, resulta doloroso comprobar como una tierra que Pushkin, en un relato de viajes cuyo nombre ahora no recuerdo, retrataba como extraordinariamente hospitalaria, como paraíso de la buena vida y la amabilidad a cuyas gentes definía principalmente por su innata alegría de vivir se haya transformado en el ominoso templo de corrupción y violencia que es hoy, y resulta doloroso porque la transformación no se ha llevado a cabo a consecuencia de dolorosas catástrofes naturales  o factores externos, sino única y exclusivamente por la voluntad de los hombres, por el fanatismo imperialista de unos y el nacionalista y religioso de otros.

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