martes, 2 de septiembre de 2014

¿No nos representan?

Era de esperar que un movimiento social con las repercusiones que tuvo el 15M influyese de diversas formas en la vida política, sin embargo que haya sido precisamente el PP quien haya hecho suyo el lema “no nos representan” es ciertamente una sorpresa. Y lo ha asumido en su argumentación de su propuesta de reforma de la ley electoral según la cual los representantes electos de los ciudadanos no tienen legitimidad para tomar en su nombre la decisión de elegir alcalde. Lo que no explican es porqué si no la tienen para eso sí que la tienen para aprobar presupuestos o para todo lo demás. Cierto es que se trata de una decisión sensible y que es deseable que para tomarla se prescinda del concurso de los representantes, pero para darle la voz a los representados y que tomen la decisión directamente en una segunda vuelta. Ambas opciones son legítimas, sustituir la participación de los ciudadanos por una decisión aritmética arbitraria no lo es.
Puede sonar contradictorio que la una decisión sea a la vez aritmética y arbitraria, pero no lo es. En un escenario postelectoral de, pongamos, 100.000 votantes, nos tratan de convencer de que el candidato que gane por mayoría simple en una primera vuelta es el único alcaldable con legitimidad para ocupar el puesto, sin embargo eso se traduce en que un señor que cuenta con el apoyo de 40.000 ciudadanos debe tener un plus de legitimidad frente a otro que tenga, en una eventual segunda vuelta, el apoyo de 60.000. Y eso únicamente porque esos 60.000 en primera vuelta votasen 39.999 a una opción y 20.001 a otra. Es una reducción al absurdo, claro, pero es muy ilustrativa de la filosofía que hay tras la reforma.
¿Y si la reforma es tan buena y tan democrática, por qué limitarla a las municipales? ¿Por qué no prohibir las coaliciones postelectorales en autonómicas y generales? Pues a no ser que se trate de la visibilidad del plumero, no se me ocurre ninguna razón de peso por la que la representatividad democrática de los ciudadanos deba ser diferente en un caso y otro.  
Por otro lado si debiera haber algo sagrado en democracia es el mantenimiento de la proporcionalidad en la representación que se obtiene de las urnas, y sé que no es así porque nuestra ley electoral actual no es especialmente respetuosa con la proporcionalidad y sí con el  favorecimiento de las mayorías. Pero eso no es motivo para cambiar a peor. La ley electoral necesita de una reforma de manera urgente, pero para mejorarla: listas abiertas, eliminación de barreras de mínimos, doble vuelta, primarias obligatorias, en fin, reformas verdaderamente democráticas. Otorgar una mayoría absoluta artificial al ganador de una primera vuelta, que es una de las opciones que parece ser que se barajan (para hacer gobernable el consistorio, dicen), no sólo no es democrático sino que en un insulto grosero y procaz a nuestra inteligencia. Para hacer gobernable una asamblea de representantes, sean de la clase que sean, sólo hay una herramienta y es el diálogo, el pacto. Desde luego no la concesión artificial a una fuerza política de una mayoría absoluta que los ciudadanos no le han otorgado.
Ya que parece que no se puede pedir al gobierno que trabaje para los ciudadanos que les pagamos, al menos cabría pedir que se expresasen con propiedad y que si desean hacer una propuesta de reforma cuya finalidad y cuya inspiración es la degeneración democrática, que no la denominen regeneración democrática. Que es sólo una letra, pero ese sutil trueque ortográfico representa la diferencia entre respetar a la ciudadanía o tomarla por tonta.

No hay comentarios: