miércoles, 10 de septiembre de 2014

Derechos fundamentales



Dice el señor Junqueras que votar es un derecho fundamental, y lo es, claro, pero falta la segunda parte de la frase: votar cuando se está convocado para ello es un derecho fundamental de los ciudadanos. Pero nadie puede votar sobre lo que quiera, cuando quiera y de la forma que quiera. O a lo mejor sí puede, pero sin el menor efecto legal ni moral. El señor Junqueras, por ejemplo, no puede votar para elegir al presidente de Galicia o al candidato en las primarias cerradas del PSOE, sencillamente porque no tiene derecho a ello. Si se convocase legalmente la consulta que él desea celebrar, algo que no sé si es deseable pero que desde luego no es el fin del mundo, sí que tendría derecho a votar, pero a lo mejor es interesante preguntarse quién tendría igualmente ese derecho. Porque cabe suponer que el censo que se utilizaría es mismo que el de las autonómicas, es decir, el de los ciudadanos españoles empadronados en Cataluña. No se trata pues del derecho a decidir de los catalanes, yo soy catalán y no estaría convocado. Tampoco de los ciudadanos que residen en Cataluña porque no todos tienen derecho a voto por las más diversas razones. Ni tampoco todos los que tendrían derecho a voto serían catalanes, no faltaba más. Por no hablar de que es probable que la única manera de que ese referéndum se convoque dentro de la legalidad es que en él voten todos los ciudadanos del estado español. De modo que el derecho a votar es fundamental, sí, pero con matices. Ocurre lo mismo con las prospecciones petrolíferas en Canarias: sería deseable que se consultase a la ciudadanía y me gustaría votar al respecto, pero derecho sólo lo tengo si me convocan y honestamente creo que llegado el caso tendría el mismo derecho a hacerlo que cualquier canario o, ya puestos, que el señor Junqueras. Porque es un hecho de especial relevancia que nos afecta a todos y sobre el que todos deberíamos poder opinar.
El que no es un derecho fundamental, y ojala lo fuese, es el que debiéramos tener los ciudadanos a no vernos obligados a soportar la demagogia. Una hipotética independencia de un territorio no me irrita, y desde luego, se consiga o no, me parece un objetivo tan legítimo como cualquier otro si los métodos que se usan para perseguirlos se inscriben dentro de la legalidad. La demagogia sí que me irrita, sea la del señor Junqueras y su derecho fundamental al voto, sea la de la señora Esperanza Aguirre cuando dice que a los candidatos los designan los comités correspondientes y que eso es perfectamente democrático pero después admite que esas decisiones las toma Rajoy como en su día las tomaba Aznar. O la de que nos traten de convencer de las bondades de Ana Botella como gestora porque ha reducido la deuda de 7.000 a 4.000 millones de euros. Ahorrar eliminando servicios esenciales y bajando la calidad de los que se mantienen no es gestionar bien, para eso no es necesario ningún talento sino a lo sumo una calculadora. Y aunque fuera cierto, que no lo es, gobernar no es sólo gestionar.

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