martes, 24 de julio de 2012

Discurso único, discurso falso

Este blog hace tiempo que se acostumbró al silencio, un silencio voluntario sin más motivo que la mordaza que supone una realidad apenas entendible. No obstante, asumiendo las dificultades que la ignorancia económica nos plantea en esta época la realidad a los legos en esa materia (aunque no parece que a los expertos sus conocimientos les ayuden mucho no sé si a comprender, pero desde luego sí a solucionar los problemas), llega un momento en que el silencio se puede confundir con la asunción del discurso único, y no es algo a lo que ningún ciudadano deba estar dispuesto.
Me preocupa la asunción de ese discurso único incluso en quienes critican las medidas concretas, porque lo asumen cambiando esas medidas o matizando algunas de ellas. Y no se trata de eso. Si el actual modelo del Estado, como nos dicen, es inviable, y lo es porque no hay dinero para afrontar a la vez el pago de la deuda y el del estado de bienestar, no podemos asistir en silencio a que la solución sea primar la una sobre la otra, ver en qué podemos recortar del dinero que se destina a los ciudadanos para destinarlo a pagar la deuda, sino que muy al contrario debería ser ver cómo podemos disminuir los recursos que destinamos a la deuda para garantizar la viabilidad del estado de bienestar. Porque para eso es para lo que pagamos a nuestros gobernantes, para que busquen la manera de conseguir garantizar nuestros derechos y libertades, y no hay libertad ni derechos sin recursos, sin no dominación.
El estado es una forma de organización de los ciudadanos, nosotros somos el Estado y no sus súbditos, y el gobierno es nuestro empleado al que hemos contratado para encargarse de las necesarias tareas que garanticen la viabilidad del modelo de Estado en el que queramos vivir. Este gobierno no hace su trabajo no porque todos los indicadores económicos hayan empeorado dramáticamente en su tiempo de ejercicio, eso no hace sino ratificar que, al contrario de lo que ellos defendían cuando eran oposición, el problema no es únicamente interno. El gobierno no hace su trabajo porque no gobierna para los ciudadanos, porque no termina de asumir que sus administrados (y, por tanto, sus jefes) somos los ciudadanos y no los bancos, españoles ni alemanes, o los dirigentes de los otros países junto con los que hemos formado un club que no funciona como tal, sino como foro en el que cada cual vela por sus intereses particulares. Puesto que los rescates, los intereses de la financiación, la negativa a comprar deuda soberana y todos estos temas de actualidad no se tratan como un problema de todos y desde el interés general, no existe ninguna justificación moral para que España no haga lo propio y prime su interés particular, máxime cuando este no se contrapone al de los demás estados europeos, sino al de sus bancos.
Porque los rescates no son formas de ayudar a los países rescatados, sino medios para convertirlos en máquinas inhumanas de pagar deuda, independientemente del bienestar de sus ciudadanos. Y la experiencia demuestra que no funcionan, nunca lo han hecho. Si algo ha demostrado la Unión Europea es que prefiere un país rescatado que genere 70 y destine 60 al pago de su deuda y 10 a sus ciudadanos, a uno que genere 100 y destine 50 a sus "obligaciones" para con ellos y otros tantos a sus propias necesidades.
No podemos asumir el discurso de que todos los recortes son inevitables y se hacen en contra de la voluntad de quienes los ponen en práctica (y no nos engañemos, es la política del PP tanto como lo fue la del PSOE), no es verdad que no haya otro remedio, es simplemente que quienes deben buscarlo han renunciado previamente a explorar cualquier otro camino que no sea el de la ortodoxia neoliberal. ¿Acaso recuerda hoy alguien la patraña de la refundación del capitalismo, su humanización? Si algo ha traído esta crisis es la definitiva deshumanización del sistema. 
¿Qué pasaría si el señor Rajoy fuese a Bruselas y dijese, serena pero firmemente, que no aceptaba el rescate y que, en su lugar y puesto que Europa se negaba a ayudar en la búsqueda de una solución de verdad, iba a dejar en suspenso el pago de la deuda para tener recursos suficientes para cumplir con sus obligaciones, que son las que ha contraído con los ciudadanos de su país por encima de cualquiera otras? ¿Que sucedería en ese escenario, nos echarían del club aun a costa de arruinar a sus bancos o por el contrario abrirían los ojos y comprenderían que rescatar no es lo que nos están proponiendo, que ayudar es otra cosa y que el problema es tanto nuestro como suyo? Pues no lo sabemos porque eso es algo que no van a intentar nuestros dirigentes, como no lo intentaron los anteriores y probablemente no se lo planteen sus sucesores. Si Merkel puede anteponer los intereses no ya de sus ciudadanos, sino de sus votantes, frente a los de los ciudadanos europeos en general y españoles en particular, ¿porqué nuestro presidente no se siente suficientemente liberado de compromisos como para actuar en consecuencia? ¿Porque sacrificarnos en el altar de una Europa que no es que no funcione, es que no existe?
Lo antedicho no obsta para que lo que deba ser racionalizado se racionalice, lo que deba ser reformado se reforme y lo que deba ser cambiado o eliminado se cambie o se elimine, pero todo ello se debe hacer con el objetivo de garantizar el Estado de Bienestar, de incentivar el crecimiento y el consumo, de garantizar el empleo a quienes lo tienen y hacer lo posible para que los que no lo tienen lo encuentren y con la mente puesta siempre en porqué están nuestros representantes donde están, que debería ser única y exclusivamente para servirnos, para conseguir de la manera más eficiente posible los objetivos que los ciudadanos nos marcamos como sociedad, no para imponernos unos artificiales y diferentes.
Si una medida no es justa, no es necesaria, si algo no se puede hacer con justicia, es que no debe ser hecho. Lo demás es demagogia.

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