jueves, 9 de diciembre de 2010

Controladores

Uno de los síntomas más evidentes de amortización de un proyecto suele ser la falta de aprovechamiento de los aciertos. La situación del presidente del gobierno es tal que ni aun haciendo las cosas bien, porque hay que reconocer que la crisis de los controladores se ha resuelto con rapidez, eficacia y autoridad, no le luce. Dicho esto asumiendo que no haya consideraciones legales que descalifiquen la solución adoptada, algo que no me consta y sobre lo que parece haber diferentes opiniones autorizadas: no deja de ser curiososo que las opiniones técnicas de los técnicos no sean objetivas en este pais en el que parece inevitable que todo se revista con un tinte partidista, por cierto. No todo debería ser interpretable.
En parte el error es suyo por no haber dado la cara y haber dejado que fuese el vicepresidente Rubalcaba quien capitalizara el éxito o el fracaso de la operación, lo cual, por cierto, parece dar credibilidad a quienes ven el advenimiento del supreministro en clave sucesoria, algo que yo me resisto a creer aunque estos días lo haya parecido, pero principalmente y si no lo consideramos como un hecho puntual, se diría que el agotamiento del presidente Zapatero se ha hecho tan evidente con esta crisis de los controladores que ni a él, con su optimismo fisiológico (o patológico, según quien lo diagnostique) se le puede haber pasado por alto.
Pero no conviene que las reflexiones sobre la situación del presidente Zapatero distraigan del asunto principal, que no es otro que la evidencia de que la actitud de los controladores merece la más enérgica reprobación por parte de todos los ciudadanos, y la merece aun en el supuesto poco probable de que tuvieran razón en sus reivindicaciones laborales. Sonroja por tanto la actitud de determinados medios y personas que en su afán de desgastar al Gobierno no dudan en defender al colectivo de controladores no en su situación laboral,  sino en aquello que a todo demócrata debiera resultarle visceralemente indefendible. La obscena exibición de mezquindad que se ha podido ver en algunos medios en estos dias por parta de algunos, pocos, políticos (e incluyo al inefable Gaspar Zarrías, aunque por otros motivos), comentaristas y periodistas debiera mover a la ciudadanía a la reflexión y, porqué no, a la alarma, entendida ésta como un estado mental, no legal.

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