martes, 12 de enero de 2010

Renovaciones

Me sorprenden las encendidas defensas de la candidatura de José Luis Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones generales por parte de dirigentes del PSOE, primero porque, independientemente de lo que ocurra, constituye un error estratégico que sólo consigue dar alas a quienes quieren poner en solfa la legitimidad de dicha candidatura y segundo porque, para ser honestos, la candidatura en sí misma es un trágico error. Lo es porque la autolimitación de mandatos a dos, a falta de obligación legal, es todo un test de espíritu democrático para quien se ve en la tesitura de asumirla o no, lo es porque el escenario más probable es el de una derrota ante la que se haga necesaria una renovación que será mucho más fácil si es previa a la misma que si es posterior (nadie le puede exigir a un candidato nuevo que gane las elecciones a la primera), y lo es porque la figura  pública del actual presidente está, en el mejor de los casos, agotada. Considero por otra parte que él mismo debe ser el primero en ser consciente de las elevadas probabilidades de la derrota y quiero pensar que más que un apego egocéntrico al poder su motivación está más en la línea de no abandonar cuando las cosas van mal o incluso de sacrificarse para que su sucesor no comience su bagaje con una derrota a sus espaldas, pero eso también es un error porque necesitamos buenos gestores, no mesías que se inmolen por nuestro bien.
El panorama político español necesita de una renovación en profundidad, la necesitan los dos principales partidos, pero también la precisa la ley electoral para evitar la infrarepresentación de muchos ciudadanos, del mismo modo que se hace necesaria una diversificación de la oferta para evitar el distanciamiento de la cosa pública de todos aquellos que no nos identificamos con los partidos actuales y que cada vez somos más. El mejor legado que podría dejar José Luis Rodríguez Zapatero, el mejor servicio que podría prestarle a la sociedad, sería ejemplificar esa renovación con su propia renuncia y dejar que el parlamento se regenerara facilitándole a la ciudadanía las herramientas para lograrlo, singularmente una nueva ley electoral.

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