viernes, 15 de enero de 2010

Las lágrimas del ciudadano Munilla

No tenía pensado participar del aparentemente apasionante pasatiempo de descalificar al flamante nuevo obispo de San Sebastián en primer lugar porque resulta absurdo rasgarse las vestiduras ante el hecho de que un obispo afín a la jerarquía eclesiástica española actual sea extraordinariamente conservador, ultramontano, y en segundo porque está en su perfecto derecho de serlo y deben ser, en su caso, los fieles a su iglesia quienes decidan o no censurarle por sus actos. Pero que un personaje público, sea cual sea su adscripción, diga una barbaridad tan desoladora como la que recoge la SER de boca del señor Munilla, merece no sólo un comentario, sino las más abiertas, publicas y contundentes demostraciones de condena que la sociedad civil sea capaz de emitir. Sabrá monseñor como encaja en su conciencia cristiana considerar un mal mayor "la pobreza espiritual de nuestra sociedad" que las decenas de miles de víctimas del terremoto de Haití, a las que, eso sí, considera "inocentes", algo es algo. Conozco a muchos cristianos, de hecho todos a los que conozco, que sí consideran mayor motivo para llorar, contrariamente al señor Munilla, una catástrofe humanitaria de estas dimensiones que "la concepción materialista" de la humanidad que según él padecemos, pero como digo no estoy en condiciones de valorar esas declaraciones desde un punto de vista teológico, sí desde uno simple y llanamente humano, y, desde esa óptica, francamente, repugnan.

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