jueves, 29 de enero de 2015

Inestable



Resulta ciertamente llamativo el argumento que ha utilizado la presidenta de la Junta de Andalucía para justificar el adelanto electoral, esa idea de que el gobierno que la sustentaba se ha vuelto inestable por la posibilidad de que en un futuro y siempre que se den determinadas condiciones (el no cumplimiento del acuerdo que vincula a los dos partidos que conforman el gobierno) IU preguntase a sus militantes si debían continuar formando parte del mismo. Es decir, que si un partido político anuncia que en el caso de tomar una decisión que puede tomar en cualquier momento si así lo desea la tomará mediante un referéndum, le invalida como socio fiable. ¿Cómo va a fiarse la señora Díaz de quien que pretende algo tan inaudito y, por lo que se ve, alejado de su filosofía política como hacer uso de herramientas democráticas para tomar las decisiones relevantes que les son propias como partido? ¿Por qué es aceptable una decisión tomada sin previo aviso en un despacho o un restaurante pero es inconcebible esa misma decisión si se toma como resultado de una consulta?
No se veía un comportamiento tan arrogante desde que otro presidente, el de la Generalitat, pretendió decidir primero qué partidos se podían presentar y cuales no a las elecciones (so pena de no convocarlas) y después el nombre con el que debían hacerlo y los integrantes de las listas de los demás partidos. Eso sí, la señora Díaz adorna su discurso con maquillaje democrático: los intereses de los ciudadanos, darle la voz al pueblo, etc. Ocurre que el pueblo, sea el andaluz, el catalán o cualquier otro, no sólo tiene voz, también tiene oído y lo tiene tan desarrollado que por lo general es capaz de distinguir aquellos sonidos que suponen una tomadura de pelo de aquellos que no lo son. Tal vez sería recomendable probar un mecanismo tan revolucionario como el del referéndum y hacer algo nuevo: ser sincero. Asumir que si es legítimo convocar elecciones por un cálculo electoral (de agudeza incierta, dicho sea de paso) lo es igualmente, incluso diría que es obligado, decirlo públicamente.
La política de comunicación de la señora Díaz parece clara, hay que decir las cosas con contundencia y rotundidad, hay que mostrarse solemne y preocupada por los ciudadanos, hay que mirar de frente y tener un gesto firme al tiempo que compasivo. Es una lástima que en esa estudiada forma de decir las cosas nadie se haya molestado en incluir la premisa de que esas cosas que se digan sean la verdad.

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