viernes, 12 de marzo de 2010

Aguirre y el IVA

Podría parecer que la cruzada anti-subida del IVA que ha emprendido la presidenta de la Comunidad de Madrid la define claramente, y lo hace, pero no por lo que de propagandística, inadecuada y partidista tiene, que también, sino por el anuncio de que la Comunidad de Madrid está dispuesta a renunciar a la parte que le corresponda de lo recaudado, algo muy noble de no ser porque lo que le corresponde de lo recaudado es exactamente nada. Visto que la presidenta de la Comunidad de Madrid considera el ejercicio de sus responsabilidades de gobierno una oposición continuada al cargo de reina de los brindis al sol, al que de tanto brindar juntos sin duda ya tutea, sólo queda agradecerle el ejercicio de retórica hueca, ya que sin el concurso de la señora Aguirre los profesores de secundaria tendrían más difícil encontrar ejemplos prácticos con los que enseñarles a los estudiantes lo que es la demagogia. Bueno, en realidad no lo tendrían especialmente difícil, les bastaría con recurrir a los planes de pensiones del ministro Corbacho, un ejemplo entre muchos, lo que además les serviría para ilustrar la definición de torpeza. Dos por el precio de uno.
Sin embargo no quisiera ser injusto, si hay un político capaz de renunciar a un aporte de financiación para las arcas públicas que administra por una cuestión de principios (entendiendo fundamentalmente como principio  ganar votos), sin duda es la presidenta Aguirre, quien ya ha renunciado anteriormente a los ingresos que le proporcionaban otros impuestos a consecuencia de lo cual, entre otras cosas, ahora no puede pagar las cantidades que había comprometido a la Universidad, por poner un ejemplo nada inocuo, o cualquier otro de los servicios públicos que tantos y tan continuados recortes presupuestarios vienen sufriendo en la Comunidad de Madrid.

Pero no quisiera despedirme sin dedicarle unas palabras de sincero y emocionado homenaje a alguien que dedicó su vida a cuidar (y con éxito) una lengua que los demás acostumbramos a maltratar inmisericordemente, a un verdadero genio de luminosa sencillez que nos ha dejado, pero en buena compañía: la de sus obras. Descanse en paz el maestro Delibes.

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