Cuenta Dostoievski que la vida continúa un tiempo indeterminado dentro de los cuerpos inertes y que de vez en cuando, en medio del proceso de descomposición, cuando nada recuerda que ese cuerpo alojara antes una vida, de repente el fallecido emite un sonido, una palabra absurda y sin sentido como por ejemplo Bobok, y así nos recuerda que la vida continúa existiendo en su interior, aunque sea sólo por inercia. Y es que la inercia y la costumbre son fuerzas ciertamente potentes que no conviene despreciar, son capaces de mantener en movimiento asociaciones, ideas, partidos, ideologías o religiones que llevan ya un tiempo sorprendentemente grande en proceso de descomposición, en una suerte de putrefacción moral como la que parece sufrir la iglesia católica en Estados Unidos que se refleja en las cifras millonarias que salen estos días a la luz en concepto de indemnizaciones o acuerdos para evitar que los responsables de actos intorelables de pedofilia sean llevados a juicio. Las palabras de condena del Papa podrían interpretarse como un intento de redención, una disculpa pública o el inicio de la necesaria reconstrucción moral para una institución económicamente poderosa pero moralmente moribunda, pero yo no puedo verlas así, mientras la iglesia continúe gastando cantidades inmorales de dinero en tapar escándalos en lugar de hacer lo que el mínimo sentido de la justicia exigible demanda, que es poner a disposición de los tribunales a los responsables de cualquier delito y más de uno tan execrable como este, cualquier declaración en este sentido que haga la iglesia, por potente que sea el altavoz que se utilice para difundirla, no será más que una expresión sin sentido, un "Bobok" hipócrita y gigantesco que nos recuerda que la vida continúa existiendo únicamente por inercia en una institución moralmente muerta hace tiempo.
miércoles, 16 de abril de 2008
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