Aun asumiendo
que el cobro de un dinero determinado a cambio de trabajos de consultoría por
parte de Juan Carlos Monedero sea tan escrupulosamente legal como leal con su alma mater, la Universidad Complutense,
hay consideraciones éticas que no pueden pasarse por alto. Aun siendo legal, repito,
si es que lo es, el hecho es que se ha hecho uso de una herramienta, la
creación de una empresa, con el único fin de obtener un tratamiento fiscal más
favorable de unos determinados ingresos, que es exactamente el mismo procedimiento
que utilizan muchas grandes fortunas, entre elocuentes y merecidos reproches, por
cierto, para invertir su dinero: utilizar una fórmula legal, las SICAV (acompañándose
de inversores fantasma), para pagar menos impuestos. Cierto que esta empresa se
crea para canalizar un dinero ganado honradamente como pago por un trabajo que
se ha realizado mientras que las SICAV, hasta donde yo sé, suelen crearse para
invertir capital, para especular, que también es legal, pero ahí acaban las
diferencias. La insolidaria filosofía de ambos casos es común: aprovechar las herramientas
legales que se tienen a disposición para pagar menos impuestos.
Estoy dispuesto
a asumir incluso, y es mucho asumir, que el señor Monedero no haya obrado de
mala fe, que lo haya hecho por desconocimiento, lo cual es sin duda un eximente
desde el punto de vista ético pero igualmente invalidante para quien aspira
a asumir responsabilidades públicas. Pero miren, nada de eso me preocupa,
imaginemos que en el peor de los escenarios se considera probado que el
profesor Monedero haya cometido tales o cuales irregularidades: en ese caso
tanto la ley como los perjudicados tienen herramientas para actuar en defensa
de sus intereses e incluso su partido, llegado el caso, puede prescindir de él
sin gran menoscabo para el proyecto porque a fin de cuentas ya estamos
acostumbrados a diferenciar entre las actuaciones particulares de las personas
y las de los partidos como tales. Más me preocupa el argumento que se utiliza
en su defensa, al menos el que utiliza su Secretario General: podría, legalmente, no haber pagado nada creando
la empresa en el extranjero y sin embargo ha pagado una determinada cantidad
como impuestos en España. Me preocupa porque, como principio ético, ese “lo
ha hecho mal, pero no lo ha hecho tan mal como podría” no parece una base muy
edificante sobre la que construir un proyecto de regeneración democrática.
Con todo, es
cierto que la lupa con la que se mira a Podemos parece tener más aumentos que
aquellas con las que se fiscaliza a los demás y la profusión de ataques parece
un tanto desmedida en relación a la gravedad de los hechos denunciados, no
porque no sean graves sino porque se relacionan con actividades particulares de
integrantes del partido y no con el partido en sí mismo, que no es algo que
puedan decir todos. El mantra del miedo que da Podemos me parece un tanto injusto no porque
una eventual victoria de ese partido esté exenta de riesgos, que no lo está: la
diferencia entre la ineficacia, falta de capacidad, falta de preparación,
arrogancia, etc de Podemos frente a las de otros partidos es que en su caso se
supone mientras que en los de PP y PSOE está sobradamente demostrada.
Ideológicamente tampoco se puede esgrimir ese miedo porque en democracia se
debe asumir que aquellos que no piensan como uno pueden gobernar legítimamente
si así lo desea una mayoría suficiente de ciudadanos. A mí, que siento mucho
más respeto que simpatía por ese partido, si hay algo que me da miedo es su
rápido crecimiento: para gobernar un país no basta un presidente carismático y
un pequeño grupo de personas de confianza para los ministerios o consejerías en
el caso de las comunidades y es muy difícil creer que en tan poco tiempo ese
partido disponga de la masa crítica necesaria de personas preparadas y
comprometidas para gobernar un país. En todo caso es un riesgo que cada
ciudadano es muy libre de asumir si lo estima oportuno. Muchos parecen olvidar
algo tan sencillo como que si gobierna Podemos será porque los ciudadanos así
lo quieran y no por imposición divina.
Otro problema es
el de la motivación de muchas personas para simpatizar con Podemos, una mezcla
de admiración por el líder carismático y de hastío con un sistema que perciben
enfermo. Pero ocurre que para curar enfermedades hacen falta profesionales que
sepan curar enfermedades, y no sólo hacer brillantes discursos sobre sus
síntomas. Pero parece que hayamos perdido la confianza en los médicos y hasta
en la medicina y hemos decidido dejar el tratamiento en manos cuya virtud más
reconocible es que son nuevas y es ésa, la novedad, junto con su parecido a
nuestras propias manos, su única credencial. La situación me recuerda a algo
que decía Herzen de su propia vida y que corremos el riesgo de experimentar
como sociedad: Llevo cinco años sin ver
un rostro radiante, escuchar una sonrisa llana, enfrentar una mirada
comprensiva. Sólo me han rodeado enfermeros y taxidermistas. Los enfermeros
intentaban curarme, mientras los taxidermistas les señalaban los daños que
presentaba el cadáver para que se convencieran de la inutilidad del
tratamiento. Al final, agarré yo mismo el escalpelo y me lo clavé en la carne. Carente
de pericia, puede que la incisión fuera demasiado profunda.